El amanecer en el campamento Shira, donde pasamos la segunda noche durante nuestro ascenso del Monte Kilimanjaro, llegó muy temprano como siempre… El tercer día en la ruta Machame comenzaba y nos llevaría pasado la Torre de Lava camino al campamento Barranco. Salimos del campamento alrededor de las 8:45 AM. El plan para el día era ascender al área conocida como la Torre de Lava (dado la presencia de, sorpresa, una torre hecha de lava antigua) donde tomaríamos el almuerzo antes de partir para el campamento de la noche. Este día no iba a ser la caminata más larga hasta el momento (el primer día caminamos más) pero igual tenía sus retos.
Sabiendo que iba de 12,600 pies (3,840 metros) a una altitud a la que nunca había ascendido (15,200 pies, 4,630 metros) me tenía más que intrigado, sino un poco nervioso al comenzar el camino esa mañana. Aparte de en un avión, la altitud más alta a la que había ascendido por mis patitas era 12,550 pies (o sea, 50 pies más bajos de nuestro punto de partida esa mañana…) cuando subí al Pase Pawnee en las Montañas Rocosas en el estado de Colorado más de veinte años atrás… Pero, adelante!
¿Subir para volver a bajar y perder o ganado?
Ahora, aunque ascenderíamos a la Torre de Lava, volveríamos a descender una buena cantidad para dormir esa noche. Sí, quizás esté pensando lo mismo que yo cuando vi esto en el itinerario que nos habían proveído antes de partir para Africa: si ya subí a esa altura, ¿por qué perder lo ganado bajando otra vez? Es parte de la estrategia de subir alto y dormir bajo. Este día era casi el modelo de cómo aplicar esta estrategia que permite que el cuerpo se recupere del esfuerzo hecho con menos oxígeno, reposando (leer: durmiendo) donde hay más oxígeno: a menor altitud.
Camino a la Torre de Lava
Bueno, pues comenzamos el sendero. El paisaje comenzó con vegetación de esca altura (con la altitud baja el tamaño de la vegetación por lo limitado del oxígeno, tan importante para la flora como para los seres humanos) pero a medida que ganábamos en altitud se convertía en más escasa hasta que prácticamente ya no existía, reemplazada visualmente por rocas y tierra.
Claro que estábamos subiendo y el sendero tenía una pendiente pero era una pendiente más gradual de lo que yo esperaba por lo menos. Aún así, venían los momentos en que tenía que decelerar la velocidad a la que iba. “Pole, pole“, o “despacio, despacio” en la lengua de nuestros guías locales: el swahili. Este dicho sería repetido de ahora en adelante bastante. Era la manera de acordarnos que éxito en esta montaña requiere paciencia y ser medido, no apresurado. Así que pole, pole se convirtió en nuestro nuevo lema. En el grupo todas las mañanas nos pareábamos con una persona nueva para andar juntos en el sendero. Aunque íbamos en un grupo, el grupo se expande un poco, como un acordeón, entre las paradas pautadas cada hora. El parearnos con alguien aseguraba que nadie iba solo; si alguien no podía esperar a la próxima parada o tenía que, por ejemplo, atarse las botas, nadie se quedaba solo. Bueno, esto también proveía oportunidades para conocer a alguien nuevo, a alguien que alentara, y a alguien con quien conversar lo que distraía de pensar en el cansancio. Bueno, casi. Aún así, era una buena estrategia. Mi compañera ese día era una ávida senderista del estado norteamericano de Utah y estaba en perfecta condición física. Tuvo paciencia cuando tuve mis momentos de lentitud y me alentaba cuando lo necesario. Lo mejor fue que nos conocimos mejor y, dos años después, cuando coincidimos otra vez en otro trek de Trekking for Kids (esa vez vino con su esposo) fue como reunirme con una vieja amistad.
Volviendo al paisaje, una cosa que había leído es que la ruta Machame, entre otras ventajas, ofrece más variedad de paisaje que otras rutas y esto fue cierto este día hasta llegar a la Torre de Lava y después.
La Torre de Lava
A medida que progresaba la mañana, los cielos comenzaron a oscureserse, y nubes o neblina iban y venían. Eso sucedió justo al llegar a la Torre de Lava como puede ver en la próxima foto. La Torre de Lava es impresionante pero yo estaba más impresionado por haber logrado llegar sin percance o terrible dificultad. A pesar que la vista no fue bonita (bueno, fue no existente), estaba contento.
Y más contento cuando descubrí que esta vez no almorzaríamos sentado en rocas al aire libre. Nuestros porteros habían montado la caseta de campaña que usábamos para cenar todas las noches en la Torre de Lava. Fue como un premio por el trabajo arduo de la mañana. ¡Estábamos todos muy agradecidos!
Descenso de la Torre de Lava al campamento Barranco
Y todo lo que sube, tiene que bajar… Así es la vida y esta montaña. Pero, este día era por la razón que expliqué: nuestro cuerpo iba a necesitar recuperarse del esfuerzo a menor altitud con más oxígeno. Así, comenzamos el descenso de la Torre en una bajada empinada y pedregosa al principio. A pesar de eso, todos estábamos animados, riéndonos.
Pero la madre naturaleza tenía otra experiencia para nosotros en mente… Comenzó a llover.
Poco al principio. Y eso enseguida resultó en detenernos para ponernos las capas exteriores a prueba de agua y cubrir las mochila para prevenir que se mojaran los contenidos. Gracias a seleccionar bien, todo lo que me tenía que poner era fácil de poner, especialmente llos pantalones ya que tenían una cremallera de la cintura hasta el tobillo así no tenía que quitarme las botas – algo pesado y que requería más tiempo.
Una vez listos, reanudamos la caminata en descenso. Y entonces empezó a caer granizo. Al principio como que nos pareció bonito que cayera algo de granizo – era algo surreal. Hasta que comenzó a caer más duro. Hay terminó la gracia del granizo. Fue miserable.
En nuestra memoria colectiva y como lo contábamos días después, el tamaño promedio del granizo era como de un pequeño automóvil. Pero ese día cuando empezó a granizar más duro, parecían del tamaño de una mansión. Parecía terrible. Una vez pude ver las fotos en la compu me di cuenta que parece que sufríamos de algún shock mental porque era más pequeños que canicas… ¡Qué exagerados somos!
La antesala a la gran pared de Barranco
Llegamos al campamento Barranco como a las 4:45 PM y varios del grupo tuvieron que correr a usar la caseta de servicio ya que la última parte de la bajada no hicimos paradas dado el mal tiempo (creo que el líder de los guías estaba preocupado que se pondría peor el tiempo).
Esa noche, durante la cena, el líder (Luis) nos dijo que sólo llovió aproxidamente un ahora y 47 minutos y, que en una escala del 1 al 10, este mal tiempo que pasamos era como un 0.5 en su experiencia (que incluye haber subido más de 20 veces y otras montañitas como Everest muchas veces…). Nos sentidos un poco ridículos habiendo pensado que habíamos pasado tremenda prueba… un gran sufrimiento… Y entonces rompimos en carcajadas dado lo cómico de la situación y alguien pidió que le pasaran el plato con el postre (mango).
El campamento Barranco fue el segundo en mi lista de campamentos favoritos en Kilimanjaro. Creo que el sentirme más cerca de la cima combinado con el marco que nos rodeaba lo hizo uno de mis favoritos.
Uno de mis compañeros del grupo sacó su móvil y encontró señal. Ofreció que el que quisiera podía tomar prestado el móvil y hacer una cortita llamada a alguien. Ni corto ni perezoso, aproveché y llamé a mi mamá para decirle que todo estaba bien. Nada mejor que aliviarle la preocupación a una madre (¡especialmente cuando le dije que me estaba alimentando!) – valió miles de dólares hacer esa llamada aunque no costó tanto, ¡estoy seguro!
La gran pared de Barranco, estoy seguro, esta bien presente en la mente de muchos en el grupo. Pero creo que represento bien la opinión del conjunto al decir que estar sentado esa tarde/noche en ese campamento, admirando el cuadro frente a nosotros y lo tranquilo del marco fue lo que más presente tuvimos en el campamento Barranco. Terminamos el día iéndonos a acostar temprano para descansar bien para poder enfrentar la gran pared de Barranco en el cuarto día bien descansados…